
Al cura Don Tonino acude una sensual mujer para que le resuelva los problemas que tiene con el sexo. Este le enseña a disfrutar, y según dice, sin pecar, ya que él es todo un sacerdote. Arrepentido, se confiesa a su superior, quien le impone como penitencia a su lujuria pasar pruebas de castidad con jovencitas que le irá enviando con instrucciones de que lo seduzcan. Claro está, Don Tonino intentará ser casto, pero la carne es débil.